martes, 23 de junio de 2020

Vuelvo al lugar donde quiero estar en este tiempo. Abiertas las heridas para ser atendidas por un gregal avivado que susurra sobre el mar remedios para mis males.
Mi mar, que atendió tantas súplicas, que derrotó tantas inquietudes, hoy me recoge de nuevo en un acto de salvamento que sólo yo puedo agradecer. Me aleja, me trae y me deja flotar mientras el cielo me sonríe y el sol me reconforta.

Salimos lentamente de un tiempo difícil y plagado de miedos. Caminamos con heridas de incertidumbre y dolores nuevos, intentando llevarnos al corazón alguna alegría que sirva de muleta y guía.

Y aquí estoy, en la vida, sintiéndola como una oración y un gozo, como un camino y una meta. Rodeada de naturaleza y de silencio, solo interrumpido por los sonidos amigos: el viento, las olas, el canto estruendoso de las gaviotas, el trino delicado de los ruiseñores, las voces queridas y algunos pensamientos impertinentes.

Vivir decía en el meridiano de lo que És y lo que Soy, entrenándome en el presente que no cesa. Hundiendo el sufrimiento en la marmita mágica de lo que ya pasó y esperando que el druida adivine mi propósito y me sonría.

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