
Mi mar, que atendió tantas súplicas, que derrotó tantas inquietudes, hoy me recoge de nuevo en un acto de salvamento que sólo yo puedo agradecer. Me aleja, me trae y me deja flotar mientras el cielo me sonríe y el sol me reconforta.
Salimos lentamente de un tiempo difícil y plagado de miedos. Caminamos con heridas de incertidumbre y dolores nuevos, intentando llevarnos al corazón alguna alegría que sirva de muleta y guía.
Y aquí estoy, en la vida, sintiéndola como una oración y un gozo, como un camino y una meta. Rodeada de naturaleza y de silencio, solo interrumpido por los sonidos amigos: el viento, las olas, el canto estruendoso de las gaviotas, el trino delicado de los ruiseñores, las voces queridas y algunos pensamientos impertinentes.
Vivir decía en el meridiano de lo que És y lo que Soy, entrenándome en el presente que no cesa. Hundiendo el sufrimiento en la marmita mágica de lo que ya pasó y esperando que el druida adivine mi propósito y me sonría.
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