miércoles, 24 de marzo de 2021

Bailan suavemente el miedo con la bondad, melodía de células vibrando entre claroscuros.

Mientras, vago respetuosamente y mis pasos me guían por los aromas y hábitos de lo que llamo  hogar.  

La tetera silba y la taza invita a momentos de confort, donde humo y silencio regalan paz y empañan mis gafas que ahora miran hacia dentro.

Tiempos de romper palabras para significarlas de nuevo, para ver más allá de nuestra percepción chata, y confiar que nos haremos más humanos, que todo será más fácil, que seremos cómplices.

Dar riendas al alma, que se sabe libre, para que señoree mi vida.

Susurrar canciones de cuna para adormecer la inquietud y dejar descansar tantas emociones.

Entender el lenguaje de las plantas, el respeto a los animales, cultivar la alegría y recuperar la BELLEZA escondida por nuestros rincones.

En mi entorno el amor se viste de respeto con mascarilla, sin sonrisa y las palabras se susurran en voz alta. 

Mientras, mi corazón late, mi voluntad se hace propósito, escucho música y el hibisco siempre amigo, me regala su flor.

miércoles, 20 de enero de 2021

El collage que ilustra este post fue el resultado de una improvisación que surgió en un curso de Leibterapia y que respondía a la propuesta de plasmar cierta idea de nuestra identidad profunda. Ojeé el material gráfico y sin pensar empecé a construir con trozos recortados a mano la composición que veis. Cuando la creí terminada me llegaron las notas de Bob Dylan cantando Knockin' on Heaven's Door y fusilando el título escribí en un pos-tit  -Toc, toc, llamando a las puertas del cielo-.

La creación sea cual sea su vehículo expresa algo interior que debes interpretar y agradecer como un regalo y una revelación. Así que allí estaba esa viejecita atenta, presente, calmada, rodeada de vacío, mar y cielo. Ahí estoy yo en esa permanente insistencia de percibir aquello que aún no se ver.

Este collage cuelga de la pared del espacio donde dedico un tiempo diario a llamar a las puertas del cielo y  he percibido que a veces en mi interior se entreabren y respiro su luz

 



 

sábado, 4 de julio de 2020

De mares y sombras

"Tu te paseas con tu cultura y tus libros metidos en la cabeza y yo busco la nada". Esta es una pequeña frase, dentro de un párrafo exquisito que Julio Villar escribió en su libro ¡Eh petrel! cuando con 25 años, en un velero de solo 7 metros de eslora y en solitario decidió dar la vuelta al mundo, un viaje que realizó en cuatro años y medio (1968-1972)  sin apenas conocimientos de navegación y sin dinero.
Me impresionó entonces cuando yo era una joven de mirada curiosa y deleite por la aventura. Hoy lo releo con emoción,  me separan años, muchos,  de aquella joven y la frase que inicia este post, cobra un enorme sentido hoy para mí. Ya no me interesa tanto la hazaña de atravesar mares y conocer maravillosos lugares y pueblos, me interesa más su viaje interior. Aquella intuición del joven navegante ante su propio silencio tras meses de navegación solitaria  y su encuentro con esa "nada" que dice buscar, ese "vacío fértil"  que explica con  sinceridad y la precisión de su bitácora. 
Julio Villar no tiene fama de místico ni de poeta ni de escritor, pues para nada le sirve la fama, ni las etiquetas. Me impresiona su compromiso para  andar en libertad, cogido de la mano de su propia vida. La naturaleza por bandera y la decisión de hacerse íntimo consigo mismo. Un compromiso al que ha sido fiel toda su vida. 
¡Un camino hacia el sol!
Releer aquellos libros que brillaron para mí es mi tarea de este verano. Una manera de agradecer lo que importó y en la mayoría de ellos sigue importando.
Para l@s amantes del mar, para l@s solitari@s, para l@s que aman la vida... ¡Eh petrel!

lunes, 29 de junio de 2020

Son las 7:00 a.m cuando inicio mi diario caminar orilleanndo la playa, hoy absolutamente vacía. 

                                                                                                        El cielo se esparce en grises
para dar a las olas cierto aspecto de camuflaje, que acompaño con mis gafas de sol.  
Se me hace raro no ver a las cuatro o cinco personas habituales: la joven  yogui que viste túnica de gasa con la que danza sus asanas y se desnuda para el baño; el hombre mayor que sentado encima de un tronco contempla meditativamente el horizonte; el joven subido a su tabla de surf, aprendiendo la difícil asignatura del equilibrio; la octogenaria atlética que me adelanta cada día  con un paso rápido hacia la eternidad y yo misma caminando sin intención alguna dejándome acariciar por la brisa y el agua. 
Otros van llegando, más tarde, para ejercer también su particular ritual con el mar como altar.
Disfruto de este momento del día y entro lentamente en las aguas frías para nadar sin guardar la ropa y escuchar de cerca el silencio de las olas cual lamento por la ausencia de luz.
Tranquilas, les digo, que por el horizonte ya empieza a clarear... 

martes, 23 de junio de 2020

Vuelvo al lugar donde quiero estar en este tiempo. Abiertas las heridas para ser atendidas por un gregal avivado que susurra sobre el mar remedios para mis males.
Mi mar, que atendió tantas súplicas, que derrotó tantas inquietudes, hoy me recoge de nuevo en un acto de salvamento que sólo yo puedo agradecer. Me aleja, me trae y me deja flotar mientras el cielo me sonríe y el sol me reconforta.

Salimos lentamente de un tiempo difícil y plagado de miedos. Caminamos con heridas de incertidumbre y dolores nuevos, intentando llevarnos al corazón alguna alegría que sirva de muleta y guía.

Y aquí estoy, en la vida, sintiéndola como una oración y un gozo, como un camino y una meta. Rodeada de naturaleza y de silencio, solo interrumpido por los sonidos amigos: el viento, las olas, el canto estruendoso de las gaviotas, el trino delicado de los ruiseñores, las voces queridas y algunos pensamientos impertinentes.

Vivir decía en el meridiano de lo que És y lo que Soy, entrenándome en el presente que no cesa. Hundiendo el sufrimiento en la marmita mágica de lo que ya pasó y esperando que el druida adivine mi propósito y me sonría.

miércoles, 27 de mayo de 2020

De confinamientos y otros relatos 9


Pues aquí ante el espejo, recomponiéndome el gesto y el flequillo, calzándome zapatillas de paseo para salir embozada a pisar asfalto y adoquines. Son las 7 de la mañana. 
Mis andares van por rutinas urbanas, pero mi vocación viaja a un mar amigo, recibiendo el viento en el cuerpo y la arena repicando en mis piernas. Regreso a los cielos amplios poblados de nubes que bailan al ritmo de las olas, como mi corazón. Allí no hay ansiedades ni miedos, ni mascarillas apesadumbradas,  solo naturaleza manifestándose a cada segundo hasta envolverte de vida.

Luego entrar en el mar,  la caricia de las olas en la piel, el frescor de las aguas, el olor salino y de nuevo el infinito cielo fundido con el océano y el alma. Y siempre, siempre, el sonido de mis voces amadas que vienen, que van, que dicen, que ríen....

Volver al jardín,  tumbarme en la hamaca azul para observar el perfecto acoplamiento de las ramas de la morera con las del viejo albaricoquero de tan dulces frutos y disfrutar de esa sombra. Oír los trinos de los jilgueros, los martinetes y entrever el planear de las gaviotas.
Girar la cara para ver la magnolia cambiar sus hojas y llenarse de un verde claro dónde reflejar la luz y esperar el goce de sus aromáticas y espectaculares flores. Allá el jazmín trepando por la columna hasta esconderla en una nube de flores blancas de aroma dulce. 

Levantarme, dar unos pasos y sonreír al comprobar cómo los dos olivos que unimos como pequeño homenaje a Biel y Jan crecen y dan frutos igual como ellos.

En este tiempo esa es la "normalidad" que amo y que pasea mi recuerdo.




jueves, 14 de mayo de 2020

De confinamiento y otros relatos 8

Las luces del amanecer perfilan nubes y se le hace espesa la llegada al día. 
Desde el interior, la belleza es condición de tranquilidad y se advierte cierta disposición  al orden. Todo es un transitar lento, como si el tiempo ya no acuciase.
Entre sábanas una nube de pensamientos simula organizar esta jornada tan idéntica a las otras y  percibes que tu agenda destila aburrimiento.
¿Tan idéntica? te preguntas mientras te levantas de la cama con el sopor colgando en bandolera.
Pones la tetera a hervir y silbas una canción sin límites ni exigencia de afinación.
¿Tan idéntica? te repites, y decides atender a lo nuevo cambiando la bolsita de té por una infusión de manzanilla.
Te vienes arriba y en pijama  subes al terrado con la infusión, la tostada y los ojos empañados de novedad y ante un cielo proyectado de grises hasta el mar, crees percibir un haz de luz por el que se desliza una alegoría  y te emocionas...
¿Tan identica?... 
  

Bailan suavemente el miedo con la bondad, melodía de células vibrando entre claroscuros. Mientras, vago respetuosamente y mis pasos me guían...